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Pequeñas intuiciones para una ecología libertaria del amor libre

Pequeñas intuiciones para una ecología libertaria del amor libre

Volver a Leonor Silvestri Leonor Silvestri

http://www.mujerpalabra.net/creadoras/leonorsilvestri/pequenyasintuiciones_amorlibre.htm

I

Como atorrantas orgullosas creemos que el sexo y el amor sexual son fuerzas fundamentales, actividades con el potencial de fortalecer los vínculos, mejorar nuestras vidas, abrir la consciencia del espíritu, incluso cambiar el mundo.

Como atorrantas creemos que cada relación sexual consentida tiene el potencial, y que cada camino erótico, conscientemente elegido y seguido a consciencia, puede ser una fuerza positiva creativa en las vidas de los individuos y sus ecosistemas.

Pensamos como los filántropos acerca de su dinero: tenemos mucho amor y queremos compartirlo, porque nos hace felices compartir el sexo, hace que el mundo sea un lugar más excitante.

II

Somos aventureras y nos preguntamos ¿Acaso tener menos sexo y con menos personas es más virtuoso que tener mucho con muchas? Nuestra ética atorranta no se mide por el número de personas con las que hemos tenido sexo, sino por el respeto y el cuidado con la que las hemos tratado y nos hemos dejado tratar. Nos juzgamos a nosotras mismas por nuestros intentos (muchos fallidos) de vivir hoy de una manera más ética, menos esencial, y más libre.

III

La economía que mueve al mundo nos hace creer que no hay suficiente para todas. Nos hace creer que si algo es muy bueno —como el sexo con alguien— debo conservarlo solo para mí porque luego no habrá más. Que si comparto lo que tengo, me resto algo en mi economía individual.

Nosotras las atorrantas sabemos poco de economía, pero tenemos intuiciones. Suponemos que más sexo puede brindar más sexo, suponemos que más sexo puede brindar más conexiones, más cobertura emocional, más amistades. "Puede" viene a significar "tiene el potencial de".

Nosotras las atorrantas creemos en una economía que sea holística y ecológica, una ecología sexual colectivista, del compartir los cuerpos y los sentidos, como deseo positivo y opuesto a esta economía imperante de la hambruna de la monogamia y del miedo.

Nuestra economía se mueve por afinidades… El mundo y la vida en él tiene el potencial para que podamos construir múltiples compañías, compañeras, y acompañantes. Un bosque de fluidos palpitantes porque tenemos como trans-humanas la capacidad para que haya suficiente sexo, afinidad, apoyo mutuo, contención y nutrientes alrededor de nuestro suelo fértil que devengan relaciones afectivas relevantes.

Las relaciones afectivas y las sexuales no son balances de contabilidad: no hay debe, no hay haber, no se pasan bienes de una columna a la otra. Es solo recordar lo que sí obtenemos en la ecología de la botánica afectiva que entablamos con esos seres con quienes nos estrechamos. Recordemos lo conmovedor del encuentro afectivo entre los seres y tratemos de amar a alguien más.

IV

Vivimos en una cultura que aún hoy considera aceptable un crimen por pasión (es decir asesinar a alguien por celos), que acepta como causal de divorcio que alguien haya obtenido placer sexual fuera de un vínculo de pareja con una moral propiamente de la Inquisición. Castigamos con duras penas a quien se le haya ocurrido delinquir despertando la más mínima inseguridad o celos dentro nuestro. Abandonamos hogares, rompemos fotos, tiramos alianzas. Y esto no es algo que le pasa al pequeño-burgués solamente.

Por otra parte, por amor prometemos mentiras, mentimos situaciones, tergiversamos hechos, vivimos en el engaño, falseamos datos. Por amor y por miedo a la soledad, y al abandono y al castigo vivimos presas.

V

Pero la monogamia no es la cura ni para los celos ni para la inseguridad. ¿Quién no sintió celos de que alguien amado juegue mucho en la computadora, vea una película a solas, o hable mucho por teléfono?

La territorialidad sexual es otra norma social a la cual le oponemos la alegría del compartir y regalarnos, puro potlatch.

Sin embargo, no somos valiosas piezas de propiedad. Nuestros celos se combaten con la misma ferocidad que combatimos al Estado y todos sus aparatos represivos como el género, la familia, la escuela, las cárceles, y la policía.

VI

Las razones para tener sexo con muchas personas, hasta incluso tratar de llevar adelante muchas relaciones amorosas simultáneas, son varias:

– Hay distintos tonos y matices de intimidad.
– Hay prácticas sexuales que placen a algunas pero no a otras personas.
– Hay necesidades sexuales y físicas que no todas las personas pueden o desean llevar adelante.
– Hay deseos sexuales sin intentos amatorios o amorosos constantes.
– Hay deseos sexuales con diferentes géneros que no pueden ser subsumidos a la especificidad de un solo cuerpo.
– Hay deseos sexuales con grupos.

Por eso, ¿no es acaso no solo imposible sino también cruel demandarle a una sola persona que cumpla entonces con todo esto? Frente a esos múltiples placeres creemos en nuestro derecho a encontrar múltiples partenaires con quien entablar vínculos éticos libertarios. Otro mundo es posible.

VII

Reclamamos también nuestro derecho a ser solas y volver a ser amicae, amigas sexuales, amigas para el amor, amiga para los placeres, y para la conexión íntima y profunda del cuerpo. Y tener el potencial de ser muchas otras cosas, compañeras de lucha, de camino, de andanzas, de aventuras, de carrete…

Ser sola no es ser soltera, ni una condición temporal entre parejas, no es un periodo de sanación frente a una ruptura traumática.

Ser sola es una manera de vivir, una elección, y una forma de construirnos para no tratar de encajar mejor en la vida de nadie. Significa aprender a vivir con una misma, y disfrutarlo.

Nuestra relación y nuestra amistad con nosotras mismas es para toda la vida, hasta que decidamos que nuestro tiempo llegó o hasta que ese tiempo llegue efectivamente. Ser sola y amar no es excluyente, sino la oportunidad de construirnos íntimamente y de trabajar por nuestro propio cambio.

Vivimos en esta cultura que segrega, margina y señala a quien elige la aventura de la soledad, de la asociación libre por afinidad, de la espontaneidad. Creemos que si ser sola no fuera un estigma, la pareja no se desarrollaría como la "opción ideal", infinitamente sobrevalorada, tabla de salvación frente a la angustia, al descontento, y las neurosis del capitalismo.

Ser sola podría permitir, aunque parezca paradójico, el desarrollo de ecologías impensables hoy, inclasificables, múltiples formas de cariño, cuidados, y vinculaciones que hoy no podemos ni imaginar…

Ser solas es devenir lobos, es moverse en manada, ser cazadoras, disfrutar de la noche y de la mañana, es poder desear y amar incluso a quienes son diametralmente distintas a nosotras, con la libertad de poder disfrutarlas, evitando el gran mito de la completitud.

Ser sola es poder generar sexualidad con las amistades sin que se vuelvan vínculos posesivos donde se promete y se promete y se promete para no perder al ser amado. Es vivir, fundamentalmente vivir, en el abismo del riesgo. Es enriquecernos con conocimientos ajenos.

VIII

Las solas debemos recordar, y debemos recordarle a quienes nos aman o disfrutan de la sexualidad con nosotras que:

– Merecemos ser escuchadas y atendidas y respetadas y asistidas en nuestros sentimientos. No somos ciudadanas de segunda del afecto frente a "los grandes amores".
– Merecemos poder pedir lo que necesitamos aunque la persona a la quien le pidamos no pueda (que no es lo mismo que no quiera) dárnoslo.
– Merecemos ser honradas en nuestros acuerdos y nuestros planes.
– Merecemos que se nos cuide si estamos enfermas, que se nos quiera, que se nos atienda si tenemos una emergencia, que se nos cuide si no podemos hacerlo solas, como las amigas se atienden las unas a las otras.
– Merecemos ser incluidas y tenidas en cuenta en cualquier ecología donde nuestras amantes se encuentren. No somos un secretito sucio.
– Merecemos no ser consideradas un problema.
– Merecemos ser apreciadas y respetadas, y ser amigablemente bienvenidas.
– Merecemos no ser consideradas invulnerables.
– Merecemos ser iguales en nuestra ecología personal y en nuestro bienestar emocional a las demás personas, aunque no queramos ser la pareja de nuestras amantes, aunque nuestras amantes tengan una pareja. Una pareja (más allá de lo que creamos de ella) no debería ser nunca una jerarquía donde se asientan privilegios frente a otras personas.

Y la verdad es que todas todas todas las personas con las que decidimos involucrarnos sexual y afectivamente nos merecemos esto.

IX

Deseamos que nuestras amantes tomen juntas el desayuno, que sean amigas, que se conviertan amantes. Ese es nuestro ideal y como todo ideal, creemos que es materialmente realizable aquí y ahora.

Nuestras amantes tienen mucho en común, ¿por qué no pueden compartirse, y compartirlo? Ser amantes mutuas fortalece las posibilidades de crecer y desarrollarnos en manadas. De abandonar el binomio macho/hembra, la parejita, la monogamia que constriñe los sueños y los deseos, y animarse a la aventura de a muchas. Las redes afectivas se expanden y en algo recuerdan a nuevas formas tribales de amor y apoyo mutuo.

Si nos tratamos entre amantes como amigas, y permitimos que nuestros amores y nuestras amantes, nuestras afines y nuestros apoyos en la vida tomen la forma que la espontaneidad les dicte en vez de aquellas normas sociales que forzamos en ellas, nuestros vínculos se acrecentarán. Seremos más prosperas afectivamente. Y menos temerosas de la soledad.

No debería ser raro que entre afines nos gusten las mismas personas, o por lo menos no nos resulten amenazantes, o espeluznantes. Si acaso este fuera el caso, y la amante de mi amante me resultara un ser insoportable por razones de peso es momento de replantearse esa afinidad. Y variar.

X

La recompensa por la abolición de celos, envidias e inseguridades contra nuestras amigas-amantes y sus amigas-amantes será nuestra propia libertad sexual. Libertad sexual que encontrará su propia gimnasia y agilidad con quienes deseemos correr mucho tiempo juntas. Esas personas a las que deseamos hoy tan cerca nuestro como el primer día, con ésas estableceremos redefiniciones, resignificaciones y resemantizaciones mutantes a lo largo de nuestro tiempo de vida (Aetatis brevis tempus Satis longum ad bene vivendum est).

No nacemos grandes amantes libertarias, nos convertimos, devenimos. Y desaprender los celos, y las inseguridades es, como todo entrenamiento, una tarea dura que demanda disciplina, como toda gimnástica, o tecnología del Yo.

XI

Ni los celos ni las inseguridades son crímenes, o sucios secretos a esconder como ropa sucia. No hay por que negar que los tenemos del mismo modo que no hay por que negar que se nos ha biopoliticamente asignado a un sexo/género. Pero todo —menos la muerte— se puede des-hacer. La experiencia del dolor romántico que deviene libertad sexual y afinidad afectiva no es del orden moral: nadie puede acusarnos de "esto está bien" o "esto está mal". Más aun, aquella que sienta dolor (devenir/modificarse/mutar duele) que se trate indulgentemente. Las varas y los azotes para las prácticas consensuadas de los juegos sexuales llamados S/M, no para la gimnasia del devenir amantes libertarias.

XII

Sin embargo, quien tenga el compromiso de modificarse en lo amatorio debe mirar de frente a los dioses, osar. ¿Qué imagen es la que nos asusta más? Poder verla en toda su dimensión para alejar al fantasma. ¿Tiene un nombre? ¿Se llama soledad? ¿Belleza? ¿Juventud?

Poder invocar la imagen que concita el odio pasional, traerla y amigarse con ella —hasta, quién sabe, podríamos masturbarnos pensando en esa imagen— es nuestro deseo.

XIII

Aprendamos a disculpar, no cristianamente, sino libertariamente, nuestros desaciertos para volver a empezar. Al fin de cuentas somos solo principiantes en el mar de los sargazos.

Quizás la única manera de poder construir nuestra propia homeostasis sea cruzar los límites, desestabilizarnos. Con pequeños pasos, el dolor de la mutación puede ser mínimo: ninguna bailarina elonga en frío, ninguna elonga lo mismo al comienzo de una práctica que al estar ya mas avezada en su ejercicio.

No estamos diciendo reformismo, sino cuidados mutuos, afectividades, y afinidades. La aspiración no es la reforma, no es poder alcanzar "yo no pregunto, vos no me contás", sino poder llegar a la colectivización de nuestro propio cuerpo.

XIV

Un ejercicio: dejar de pensar psiconalíticamente: lo que no está, lo que me falta, lo que se fue a otra parte. Oponerle a ese pesimismo un deseo activo, un optimismo de la voluntad: lo que si está, lo que si viene, la energía que me envuelve.

XV

Es esforzado. Lo sabemos. Pero la monogamia lo es más y brinda mucho menos. Nuestra aspiración: emanciparse del concepto propietario sobre otros seres y sus cuerpos, y eso incluye no solo animales y ecosistemas, sino la biología de los vínculos sexuales y por afinidad. Pero somos capaces de enfrentar nuestros temores, y desaprender lo aprendido, somos capaces de administrar nuestras emociones en una ecología vital de disfrute y proliferación. Difundamos el mensaje, y repitámonoslo cuando el pánico nos quiera capturar: Somos capaces, somos potentes.

XVI

El amor es algo que también experimentamos en situaciones donde no hay otro ser humano. ¿Quién no sintió que se le cortaba el aire y tenía palpitaciones frente a la belleza del mar despejado de turistas en una playa desierta? ¿O en la cima de una montaña desde donde vemos un bosque y a la cual nos ha costado ascender? ¿O frente a un plato de comida que nosotras mismas cocinamos y nos salió bien? ¿Frente a palabras escritas y que juzgamos acertadas en un poema, una carta o un ensayo? ¿O ante la insurrección popular? ¿Acaso no sentimos gran amor ante gestos de amorosidad de extrañas y extraños? Alguien que nos indica y nos ayuda a llegar a un sitio en una ciudad que no conocemos. Alguien que nos hace compañía compartiendo su libro en un viaje. Alguien que parte su comida o comparte lo que tiene. Y en estos momentos de amor y profunda intimidad no existe desesperación, ni deseo basado en la ausencia, ni compañía que sea un remedio contra la soledad. Porque ni la soledad y el miedo que concita son buenas compañías a la hora de elegir acompañantes.

XVII

¿Y si fallamos? Fallamos. Nada pasa. Volveremos a intentar. Nuestras derrotas no nos demuestran equivocadas. Y el dolor por el fracaso amoroso duele, y cala hondo, su herida no cicatriza pronto. Pero cicatriza, y del dolor de un desenlace amoroso que no deseábamos puede resurgir una nueva amistad de otro tipo. Porque esa persona con la que nos relacionábamos de determinada manera y con quien ahora es menester relacionarse de determinada otra –excepto en casos de violencia- sigue siendo la misma persona con quien teníamos comprometido el corazón. ¿Por qué entonces dejar de quererla.

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