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lasdel8

¿POR QUÉ ME SALTO LOS SEMÁFOROS?

¿POR QUÉ ME SALTO LOS SEMÁFOROS?


Cuando empecé a usar la bici en la ciudad respetaba todas, absolutamente todas las normas de circulación. Paraba en los semáforos en rojo, utilizaba los bidegorris siempre que existían, paraba en los pasos de cebra, procuraba ir “por la parte derecha de la calzada”, no utilizaba las aceras y respetaba los cedas al paso y los stops. Y me empezaron a ocurrir cosas, que no me gustaron y que me llegaron a hacer pensar que ir en bici igual no era tan agradable como yo creía:

. Cuando los semáforos se ponían en verde, la hilera de coches que tenía detrás me pitaban por no salir lo suficientemente rápido.

. Cuando la entrada a un bidegorri era imposible (véase el del Campo Volantín) y continuaba por la calzada, desde los coches me insultaban por no utilizarlo.

. Cuando conseguía entrar en un bidegorri (aleluya!) tenía que bajarme varias veces de la bici para esquivar los coches aparcados o las barracas de feria, y me jugaba la vida entre niños, atletas y patinadores, gente paseando perros o empujando sillas de ruedas o simplemente paseantes.

. Cuando paraba en los pasos de cebra estuve a punto de provocar varios atropellos a viandantes, porque el coche/autobús de detrás aprovechaba para adelantarme en ese momento.

. Al intentar ir por la parte derecha de la calzada “para no molestar”, por poco me como varias portezuelas de conductores que no miraron si venía alguien antes de abrirlas, por no decir las pasadas rasantes de coches, por supuesto a menos del metro y medio obligatorio.

. Circulaba únicamente por las “zonas permitidas”, pero eso me forzaba a dar rodeos absurdos y muy cansados yendo en bici. Nunca utilizaba las aceras.

. Y respecto a las señales de “ceda al paso” y los stops, he llegado a la firme conclusión, y nadie me va a sacar de ella, de que en las autoescuelas hay un tema específico para desarrollar la ceguera ante ambas señales, sobre todo si el vehículo al que hay que ceder el paso o parar es una bicicleta, y si no, probad a entrar en la Plaza Moyua 10 veces y me decís en cuántas de ellas los coches las han respetado.

Así que llegué a varias conclusiones:

. Las actuales normas de tráfico no están pensadas para vehículos que no lleven motor, y las multas correspondientes a su incumplimiento no son proporcionales a la gravedad de la infracción. Además, no garantizan mi seguridad, debido a que su incumplimiento es constante, así que he decidido crearme mis propias normas:

. Me salto los semáforos en rojo: SI, siempre que no sea un cruce de calles con mucho tráfico, claro, no me quiero jugar la vida. Pero en todos los semáforos que pasan peatones, espero a que pase la primera afluencia, mayor, y luego paso, en bici, pero a su misma velocidad, es decir, soy inofensiva.

. Evito los bidegorris mal diseñados, o sin principio ni fin (o sea, casi todos), porque entre otras razones ya expuestas, afortunadamente no es obligatorio ir por ellos.

. Sigo parando en los pasos de cebra, lo siento, creo que el peatón en la ciudad está en peligro de extinción, y yo me empeño en protegerlo.

. Voy por el medio de la calzada, si si, por el p..... medio, y estoy desarrollando un depurado estilo de sordera a los pitidos de coches, más o menos equiparable a su admirable ceguera ante las bicis y los cedas.

. Respecto al metro y medio de distancia, la verdad es que no se me ocurre nada salvo llamarle de todo al coche/autobús que me asusta y desestabiliza cada vez que me adelantan casi rozándome.

. Empecé a utilizar también las vías reservadas a buses o taxis, para evitar dar rodeos sin sentido y evitar calles con excesivo tráfico. Además suelen tener dos rayas rojas pintadas en el suelo......eso debe ser un bidegorri ¿no? ;)

. Por supuesto, y aunque sea incómodo y no sea nuestro lugar, antes que dar la vuelta al mundo (léase: Bilbao) para llegar de un punto a otro, o de jugarme la vida si veo algún chiflado al volante, me subo a la acera.

. Y cuando se acerca una rotonda, pues qué le voy a hacer, cojo aire, rezo todo lo que no sé, tenso los músculos, agarro bien el manillar, pongo cara de malota, intento mantener contacto visual con el conductor de turno que amenaza con entrar en mi carril “haciendo como que no me ve”, no suelto las manos de ambos frenos, por si acaso en el último momento tengo que recular, y me digo a mi misma que lo único que me podría proteger en caso de una embestida lateral, no es un ridículo casco de plástico sino una escafandra de titanio.

Tic tac, ya podéis soltar el aire, hemos superado la rotonda y todos los demás obstáculos, y afortunadamente con respeto, mucha precaución y sentido común, he conseguido que pedalear en la ciudad sea un placer, además de la manera más práctica y rápida para moverme. Así que ya no me bajo de mi bici!

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