El acúfeno es un zumbido, un pitido en el oído que transforma el silencio en un tesoro soñado. Cuando, el 8 de abril de
2003, el cámara de televisión José Couso murió bajo fuego estadounidense, Olga Rodríguez se encontraba a escasos metros, en el Hotel Palestina de Bagdad. No era la primera vez que la reportera se enfrentaba a la realidad de la guerra, aunque regresó a Madrid con un oído destrozado, con un acúfeno. Rodríguez (León, 1975) renunció al silencio para no callarse: sus crónicas por la radio y la televisión desde Irak, los territorios ocupados e Israel, Líbano, Siria, Egipto y Afganistán no eran suficientes para hablar de una región
"condicionada por la voracidad de las grandes potencias occidentales". Escribió un libro sobre Couso y publica ahora El hombre mojado no teme la lluvia (Debate), ensayo en el que describe la vida cotidiana de personas que "no sólo sufren la violencia, la opresión y el
abuso, sino que son silenciadas". Acaba de ser madre y el acúfeno desapareció.
Irak, Israel, Egipto, Afganistán...Aunque no lo parezca, son países muy distintos. ¿Qué une a los protagonistas de su libro?
La mayor parte de ellos no tienen nada que perder, han vivido situaciones extremas. La guerra y la opresión han convertido sus vidas en tragedias; por eso, son "hombres y mujeres mojados que no temen la lluvia", porque ya no tienen nada que perder.
Sus historias también muestran la realidad de un Oriente Medio controlado por Occidente.
Es una región víctima del neocolonialismo; la explotación económica y política ha generado gran parte de la violencia que padece en la actualidad la zona. Siempre se habla del islam, aunque se debería dejar la religión al margen. Lo que marca Oriente Medio no es la religión, sino la explotación. Hablar de choques de religiones es una simplificación. Se trata de cuestiones sociales, políticas y económicas, y el terrorismo islamista es algo que queda en segundo plano. Los protagonistas del libro han sido despojados de sus tierras, han sido víctimas de crímenes de guerra, de políticos corruptos apoyados por Occidente.
¿Tienen los líderes locales alguna parte de responsabilidad?
Hay una injerencia local, de Irán en Irak, de Siria en Líbano y de Israel en Siria. No se puede decir que lo que pasa a los
palestinos es culpa suya. Muchas veces Occidente ha elegido a los líderes menos apropiados para esos países. O en Afganistán, ¿por qué se invirtió más en armamento que en la reconstrucción?
Porque se agita el peligro islamista. ¿De verdad la religión no es el problema?
El islam es utilizado como un instrumento político, es una seña de identidad que diferencia a los musulmanes de quienes
los oprimen. Para Yaser Alí, protagonista de mi libro, la religión era totalmente secundaria en su vida. Cuando salió de la cárcel, tras los abusos de Estados Unidos, se aferró al islam como seña de identidad.
¿Existe entonces en la región una crisis de identidad?
En la sociedad iraquí hay una pérdida de identidad. Es un país roto, el tejido social ha desaparecido, hay millones de exiliados. Irak es una bomba de relojería.
Yaser Alí, el protagonista de su libro, explotó y luchó contra EEUU. ¿Las sociedades de Oriente Medio se radicalizarán cada vez más?
Mientras haya opresión, esas sociedades se irán radicalizando. A pesar de las buenas palabras de Barack Obama, no hay que olvidar que prácticamente todos los meses mueren civiles bajo las bombas estadounidenses. De este modo no se puede llevar la paz a la región. En los territorios ocupados, la situación es una tomadura de pelo. Hay cada vez más colonos y Obama no dijo nada sobre el desmantelamiento de las colonias existentes, aunque sea un punto fundamental para la paz.
¿Cómo trabaja una mujer en Oriente Medio?
A esa pregunta siempre contesto lo que dijo una periodista estadounidense cuando fue a Vietnam: "No lo sé porque nunca
he sido hombre y no puedo comparar". Aunque está claro que tiene sus inconvenientes y también sus ventajas. En Afganistán, tuve acceso a una parte de la sociedad las mujeres muy controlada.
La Audiencia Nacional ha cerrado el sumario del caso José Couso. ¿Se acabó la esperanza de ver a militares estadounidenses tras los barrotes?
El sumario ha sido cerrado, pero no el caso.Todavía existe una posibilidad de juicio oral. Éramos 300 en el Hotel Palestina y todos sabíamos que no había ninguna amenaza. Y aunque la hubiera, no era unarazón suficiente para atacar un edificio de civiles. Vamos a
seguir, porque no es sólo una lucha contra la impunidad del Ejército, sino que está en juego el papel del periodista. Aunque dure años, tenemos que luchar. ¡Es nuestra responsabilidad!
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