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Mujeres en la guerra

Mujeres en la guerra

 

CARMEN MAGALLÓN

En las imágenes que nos llegan de las zonas en guerra, gran parte de las mujeres que aparecen están llorando junto a sus seres queridos muertos. Así hemos visto a las mujeres de Gaza. Para mí, las lágrimas son algo valioso, tanto las de dolor como las de rabia o de impotencia. También las provocadas por la emoción de un gesto de fraternidad o sororidad humana. Son expresión de un lenguaje corporal que la guerra se encarga de destruir. “De qué lagrimas lloradas, de qué sangre y de qué esperma” se nutren las guerras, se pregunta Luisa Muraro en Guerras que yo he visto. Pero en las guerras, las mujeres no sólo lloran, no sólo son víctimas. Las imágenes no suelen hacer justicia a la pluralidad de sus actitudes, que van desde el apoyo a la lucha hasta su rechazo total. He visto a mujeres palestinas encarándose con los soldados de Israel, con la dignidad que les da el hecho de que podrían ser sus madres o abuelas, y la fuerza simbólica que esas figuras representan. He visto a otras manifestándose contra la guerra, preguntándole al mundo qué hacía para pararla.
En medio de la pluralidad, ¿por qué somos especialmente extrañas a la lógica de la guerra y la violencia, pese a ser capaces de ejercerla? Una explicación plausible es que somos extrañas a la lógica que produce la muerte, porque nuestra experiencia corporal ha tenido la vida como eje central. La feminista sudafricana Olive Schreiner escribió que una mujer siempre sabe lo que cuesta una vida y que es más fácil destruirla que crearla. Traer vida al mundo cuesta, a las que deciden ser madres, sudor y angustia, y cuando las condiciones sanitarias son inadecuadas, como sucede todavía en muchos lugares del mundo, la muerte. Pero lo que cuesta, más que dar la vida, es cuidarla: tiempo y esfuerzos invertidos en la crianza y el cuidado de los seres humanos, todavía mayoritariamente a cargo de las mujeres.
La reflexión de las imágenes y la extrañeza ante la guerra me lleva a 1938, cuando Virginia Woolf, la escritora del grupo de Bloomsbury, recibió de un amigo unas fotografías que reflejaban los desastres de la Guerra Civil española, junto a la petición de que escribiera sobre cómo podían las mujeres contribuir a evitar la guerra.
En respuesta, escribió Tres Guineas, un libro cuya lectura nos impactó cuando comenzamos a participar en el movimiento por la paz, por su profundo análisis sobre las raíces sociales del militarismo. En él, invita a las mujeres a tener una actitud crítica ante las instituciones creadas por los hombres, rechaza una actitud mimética de las mujeres con respecto a los hombres como estrategia de avance social y les exhorta a pensar el mundo desde sí mismas. Finalmente, el compendio de su respuesta a la cuestión de cómo pueden las mujeres colaborar a evitar la guerra, lo resume en la expresiva frase que dirige a su amigo, en la que llama a las mujeres a pensar y actuar desde otro paradigma: “La mejor manera en que podemos ayudarle a evitar la guerra no consiste en repetir sus palabras y en seguir sus métodos, sino en hallar nuevas palabras y crear nuevos métodos”.
Esta línea de pensamiento, constituye, todavía hoy, un programa político pendiente.

1 comentario

natalia -

hay que joder, qué mala leche me entra...
y cómo demostramos esto? le pides a tu compañero o padre q llame a cada oferta también? (con lo cual pareces necesitar la ayuda de un hombre)
lo peor de todo es la impotencia q produce el desconocimiento (gracias por haberlo publicado) de q nos la pueden estar jugando en cada anuncio al que llamamos...