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pensar la transexualidad,2


 

Notas para la presentación del dossier sobre

transexualidad de Riff-Raff, nº 30.

Jornadas En la frontera.

Centro de Historia, Zaragoza.

Pensar la transexualidad —tal ha sido la pretensión, modesta, de quienes participasen en el dossier de la trigésima entrega de la revista de pensamiento y cultura Riff-Raff. Previamente otras fueron las temáticas abordadas en los sucesivos números: el pensamiento de los márgenes y el rock and roll, la obra de Toni Negri o la relación entre fotografía y poesía, cuestiones como el comunismo, las políticas feministas o los límites de la democracia. Hasta un total de veinte problemáticas se han abierto desde las páginas de Riff-Raff desde que se diese paso a la segunda época de la publicación. Ya en el número diez se afirmaba querer «aportar un instrumento a la recuperación del pensamiento crítico». Si bien muchas cosas han cambiado desde que en la primavera de 1999 se hiciese esa afirmación, el objetivo permanece. De algún modo, la revista ha jugado durante todos estos años a confundir dos diferentes dimensiones de la escritura y del pensamiento. Su proyecto ha tenido lugar en el punto de convergencia entre un vector político y un vector, podemos decir, filosófico. Se ha apostado por reunir en un sólo gesto el compromiso social y el rigor teórico. A la hora de abordar la transexualidad no ha sido diferente. Se ha tratado de acometer una aproximación capaz de iluminar ciertas cuestiones que parecen aún permanecer oscuras, de insistir en otras que tienden a quedar recluidas en el silencio. Porque a través de ese movimiento que saca a la luz, que hace perceptible lo que antes permaneciera imperceptible, que hace audible lo que persiste acallado, se hacía posible la afirmación y mejora de las condiciones sociales de aquellos sujetos que habitan los márgenes. En ese sentido, hemos creído que rigor y compromiso se confundían: el pensamiento de los márgenes, la transformación de éstos en preocupación central era ya una forma de intervención en el espacio político, en las luchas en que se juega el bienestar de tantísima gente. El dossier en cuestión se compone de una introducción a cargo mía; de dos entrevistas llevadas a cabo por la psicóloga y sexóloga Lurdes Orellana a sendas personas transexuales, Juana Ramos y Alex Casanova; de un artículo redactado por el doctor Vicent Bataller i Perelló, psiquiatra especialista en procesos de reasignación sexual; de un texto de la profesora Elvira Burgos, filosofa preocupada por los lazos posibles entre las políticas feministas y la teoría queer; y, finalmente, de un fragmento, probablemente apócrifo, de Michel Foucault acerca del cuerpo como lugar privilegiado en el que asentar las utopías y como utopía él mismo. No se ha tratado de documentar. Qué vano sería. Se ha pretendido abrir el campo de percepción, pero, también, intervenir con ello en el campo de fuerzas sociales con el objetivo de apoyar a quienes han hecho de la transexualidad un rasgo de sus vidas.

La transexualidad hoy se constituye como el lugar de un conflicto difícilmente sofocable. La oposición que los sujetos transexuales encuentran en el despliegue de su singularidad es muchas veces virulenta. Proviene de muy diversos puntos. Sus reivindicaciones han hallado hasta ahora innumerables obstáculos. Múltiples son los frentes en los que se está aún librando la batalla. Sin embargo, hay dos o tres que resultan nodales. En primer lugar, el que tiene que ver con los derechos legales, con el cambio del género en los documentos oficiales y, por tanto, con la obligatoriedad de las asignaciones de sexo impuestas en la infancia. En segundo lugar, se encuentra la cuestión de los derechos sanitarios, es decir, la cuestión de la cobertura médica de los procesos de reasignación sexual: del diagnóstico en disforia de género, del tratamiento hormonal, la depilación eléctrica, la mastectomía subcutánea, la histerectomía, la ovariectomía, el alargamiento de la uretra y la vaginectomía, la faloplastia, la reconstrucción del escroto, el implante de prótesis testicular, las liposucciones, el implante de prótesis eréctil, la mamoplastia, la reconstrucción de la vagina y de la vulva con clitoroplastia, la rinoplastia, la otoplastia, las intervenciones maxilofaciales, la mejora de la voz, la resección de la prominencia tiroidea, etc. La ampliación del espectro de los derechos para dar cabida a la realidad transexual es, sin duda, uno de los fundamentales caballos de batalla de aquellos que se encuentran involucrados en la mejora de las condiciones sociales de los sujetos transexuales. Ambos frentes, tanto el legal como el sanitario, muestran la intensísima potencialidad creativa del movimiento transexual: su capacidad para releer la cuestión de los derechos no sólo en términos de acceso a la igualdad, no sólo en tanto que extensión de derechos ya existentes sino como invención de otros nuevos. Más aún, la exigencia irrenunciable de que quede asegurada la cobertura sanitaria del proceso transexualizador supone la paralela reclamación de que se creen las especialidades médicas pertinentes. Supone el desarrollo de prácticas médicas específicas y la implantación en las instituciones universitarias de la enseñanza de las novedades endocrinológicas y quirúrgicas. Supone, también, obviamente, la reeducación de los profesionales de atención primaria y la inversión en investigación y desarrollo de la técnicas médicas asociadas. Sin duda, la transexualidad obliga a la introducción de toda una serie de cambios de amplio calado. La consecución de tales transformaciones se ve constantemente impedida desde muy diversos sectores de la sociedad, entre los cuales, en ciertas ocasiones, no hay más relación que su enconado enfrentamiento contra el heterogéneo movimiento transexual.

Al igual que ocurre con el saber médico, otros campos, otras prácticas y otras disciplinas se ven profundamente trastornados al enfrentar la realidad que los sujetos transexuales ponen en escena. Pero es, sobretodo, el despótico discurso del sentido común lo que se tambalea. Contra éste, que nada entiende nunca, es necesaria la distinción rigurosa del pensamiento analítico, el manejo hábil de los conceptos y la creación de nuevas formas de pensar. Es obvio que no basta con la aplicación de viejas categorías para comprender y acoger una realidad tan fulgurante como la que la transexualidad implica. Es necesario forjar nuevas herramientas para tal labor. Y, para ello, es en primer lugar necesario despejar cuidadosamente las diferencias existentes entre esas realidades diversas que tan a menudo tienden, como ocurre en ciertas propuestas queer, a confundirse con la transexualidad. Alguien podría decir que tratar separadamente la intersexualidad, el transgénero y la transexualidad es de lo menos queer; mas es precisamente de eso de lo que se trata, de aplicar el rigor de un análisis capaz de describir las múltiples experiencias posibles, las muchas formas de vivir y sentir la propia identidad sexual, se trata de no confundir unas cosas con otras y de saber de lo que se habla. Porque cada concepto precisado supone la apertura de una nueva trinchera en la cual parapetarse, una nueva línea de fuego a partir de la cual reforzar el combate de quienes decidieron y deciden existir de otro modo, en función de su singularidad legítima. Y es eso lo que desde Riff-Raff se ha perseguido, pensar la especificidad de la transexualidad, sin confundirla, tratando de ampliar el campo de percepción, desplegar un discurso crítico capaz de horadar el estrecho mundo en que permanecemos encerrados.

Pablo Lópiz Cantó

Zaragoza, mayo de 2006

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