El género de los insultos a políticas
Los recientes ataques a Tania Sánchez Melero, diputada de Izquierda Unida en la Asamblea de Madrid, invitan a una reflexión sobre el género de las inquinas fascistas.
Raúl F. Millares / Madrid
Tania Sánchez es mujer, joven, política, de izquierdas y tuitera. El cóctel es demasiado tentador para el olfato de cualquier trol medianamente ultra que se precie. Sin embargo, las últimas experiencias que ha padecido Tania en las redes sociales parecen superar el ámbito de la mera provocación típicamente trol para rodar por la pendiente de la amenaza pura y dura.
El día 24, un tal Syntax Error enlazaba un completo expediente con datos de la diputada. El informe recogía posicionamientos políticos de Sánchez, pero también datos más íntimos de la diputada, como su DNI, su número de teléfono, su dirección, fotografías de su vivienda y hasta una rara mención a la matrícula de un vehículo “detectado en las proximidades”. El autor de las amenazas no se molesta en disimular sus intenciones: “Facilitar la pública demostración de odio contra ella” y “conseguir que este desecho humano abandone su domicilio y localidad mediante la presión continuada”.
Junto a los insultos unisex, Tania recibió, además, algunos improperios específicos para mujeres: del simplista “zorra roja” al más elaborado “asesina proabortista”. A Tania Sánchez no se le escapan las fobias de este tipo de actitudes: “A esta gente de ideología filonazi o fascista le molesta el empoderamiento de las mujeres o la visibilización de la homosexualidad.
La mayoría de las víctimas de sus insultos son mujeres u homosexuales. Incluso cuando tratan de insultar a un hombre recurren a la homosexualidad”.
Nadie se libra
El caso ha motivado comentarios de otra de las políticas más activas y que más insultos acaparan en la red. La delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, también ha recibido y denunciado injurias. Precisamente, las llamadas de atención de numerosos tuiteros, que le pedían una investigación urgente de las amenazas a Tania Sánchez, servían a Cifuentes para recordar el cariz de muchos de los mensajes que recibe. Como en el caso de Sánchez, las amenazas y deseos de muerte van aderezados de latiguillos específicos para agredir a mujeres: “puta”, “zorra asquerosa” o “zorra de mierda” son clásicos en el time line de Cifuentes, famosa por sus numerosos bloqueos contra usarios a los que considera agresivos y que también recibe lindezas más sofisticadas: “A @ccifuentes le gustan los maderos porque le meten la porra por el agujero”.
Preguntada vía Twitter, Cristina Cifuentes explica, con la brevedad de un tuit, el viso sexista de los ataques a políticas: “¡Por supuesto! A las mujeres nos dicen cosas con claras connotaciones machistas”. La propia Tania Sánchez critica que desde la izquierda se haya recurrido a la etiqueta #putacifuentes para reprocharle su actuación: “A mí me molesta que Cifuentes abuse de su posición para perseguir a determinados colectivos o que monte una detención espectacular para detener a seis chavales a los que ha habido que soltar porque no había forma de retorcer la ley para crujirlos, pero es un error recurrir a términos sexistas para insultar y es peor para la izquierda porque nosotros estamos en contra de eso”, considera Sánchez.
Alcaldes pucelanos que fantasean con los “morritos” de una ministra o consejeros andaluces admirados porque la jueza del caso de los ERE siga “muy guapa” mientras instruye el caso son casos que perpetúan una inercia machista entre la avalancha de falacias ad hóminem que cisca la política de partidos. June Fernández, periodista especializada en temas de género, explica que “el insulto por excelencia que se utiliza contra las mujeres en cualquier ámbito es ‘puta’. El estigma de “puta” sirve para clasificar a las mujeres entre buenas y malas, y opera como una herramienta de control de la feminidad.
Cuando alguien llama a otra persona puta, no la acusa de ofrecer sexo por dinero, sino de ser una mala mujer, de haberse salido de esa feminidad dócil y sumisa que ordena el patriarcado”. Esto, añade, “también ocurre en política”. Fernández recuerda una vivencia personal en la que también recibió amenazas: “Si a un hombre le dicen: ‘Hay que enterarse de dónde vive ese cabrón/ hijo de puta para darle sumerecido’, lo que visualiza es que le van a pegar una paliza. Cuando esa amenaza se hace contra una mujer y llamándola puta, se activa el fantasma de la violación ‘correctiva’, que nos han inculcado desde pequeñas y que nos da mucho más miedo que una paliza”.
Fuente:http://www.diagonalperiodico.net/El-genero-de-los-insultos-a.html
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